La tarea estaba hecha
Por Tito Norte, Premio Nacional de Periodismo Deportivo.
Es interesante revisar la historia del deporte de las Américas a medida que se acortan los plazos para tener en casa los Juegos de Santiago 2023. Porque la cita que lleva casi de tres cuartos de siglo de ininterrumpida realización de su máxima competición demoró bastantes años antes de su primer paso competitivo en Buenos Aires 1951.
Y es que la idea había surgido veinte años antes, pero su materialización se topó con inconvenientes de todo tipo. Propios de algunas organizaciones aún sin solidez y respaldo como para afrontar exigencias de este tipo hasta la Segunda Guerra Mundial por razones obvias. Los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, asentada la paz en el orbe, fueron el encuentro propicio de los dirigentes americanos para definir con fecha incluida el comienzo de esta cita que cada cuatro años convoca a deportistas de las tres Américas. Un compromiso que se ha asumido con seriedad desde que en el verano de 1951, Buenos Aires recibiera a más de 2500 deportistas de 21 países para rivalizar fraternalmente en 19 especialidades.
Lo aún sorprendente es no encontrar a nuestro país entre quienes han asumido la exigente tarea de tener en casa a la magna justa. Más, las aspiraciones han existido desde siempre. Hubo varios intentos de postulación de nuestro Comité con el aval de haber tenido ya a esos años las sedes de los Mundiales de Pentatlón, de Fútbol y de Esquí, sin embargo solo en el Congreso de Cali, Colombia, en 1969, se presentó el petitorio formal con el respaldo decidido desde la Presidencia de la República. Se obtuvo para 1975 y no hay dudas que se habría cumplido un buen papel.
La experiencia organizativa estaba y dirigentes de los tres Mundiales previos acompañaban a Sabino Aguad Kunkar en el Copan, sigla que identificaba al Comité al frente de la seria responsabilidad. En su libro “El deporte, pasión de mi vida”, Sabino –Mejor Dirigente Deportivo del siglo pasado junto a Carlos Dittborn- relata no solo lo avanzado en la organización sino hasta el respaldo desde más allá de nuestras fronteras. Y no hay dudas que el deporte chileno habría sacado aplausos tras su realización. Pero todo quedó tronchado. A poco del golpe militar, surgió el desistimiento gubernamental porque “otras prioridades nacionales aconsejan concentrar esfuerzos y recursos que, forzosamente deben ser restados a la justa deportiva”.
Todos los intentos por no perder la sede fracasaron. Desde el intercambio con San Juan de Puerto Rico, que los realizaría en 1979, hasta visitas de dirigentes internacionales que avalaban el encuentro no tuvieron eco. La organización deportiva panamericana no pudo esperar más y Sao Paulo asumió el reemplazo. Curiosamente, poco después desistió y Ciudad de México debió responsabilizarse.
Más, la revisión de todo lo avanzado en esa época muestra que Santiago estaba adecuadamente preparado para recibir a los Juegos Panamericanos 1975. Es lo que he estimado oportuno recordar casi medio siglo después, a corta distancia de Santiago 2023.