No es un cumpleaños corriente
Por Tito Norte, Premio Nacional de Periodismo Deportivo.
En el mes venidero, uno de los deportes favoritos de nuestro país verá como la Federación que los rige alcanza sus primeros cien años de vida. Una cuota más que significativa, causa de homenajes de variada dimensión. Nos referimos al básquetbol, cuya organización nacional nació oficialmente el 24 de febrero de 1924. Solo tres Asociaciones participaron en el feliz hecho que se apresta conmemorar: Santiago, Valparaíso y Concepción. Tal vez sus representantes no alcanzaron a imaginar su crecimiento y desarrollo en los años siguientes. Y es que por largos años no se discutió su condición de ser la especialidad deportiva más popular de Chile tras el fútbol. Y lo era en razón de la generosa cantidad de sus cultores así como del público que desde el Norte al Sur se juntaba en las graderías de los principales escenarios de todas las ciudades. Su indesmentible decaimiento por largos años permitió que esa distinción comenzara a discutirse si bien paulatinamente la ha ido recuperando.
En el repaso de su historia hay hechos que trascienden al simple recuento local. Como acontece con el básquetbol femenino que desde sus comienzos dispuso de una organización bien constituida y visionaria. Como la reglamentación internacional lo permitía, fue una Federación paralela a la masculina hasta que FIBA dispuso una sola estructura directiva en cada país. Más, en nuestro medio ya habían dejado huella de carácter indeleble en el plano internacional. Chile fue el organizador del Primer Campeonato Sudamericano Femenino en 1946. El Teatro Caupolicán desbordado fue el escenario que le valió a la Roja de ese entonces inscribir su nombre como primer campeón. Y como si fuera poco, sólo siete años después hicieron realidad el primer Mundial Femenino de la historia, improvisando una cancha en el Estadio Nacional donde nuestras representantes clasificaron subcampeonas solo aventajas por Estados Unidos. Tal vez ahora sea el momento de inmortalizar a Sara López Ramírez y Amelia Reyes Pinto, sus preclaras gestoras, así como a las formaciones estelares que entregaron al deporte nacional tan significativas conquistas.
Años más tarde, en 1959, en el mismo lugar, Santiago recibía la rueda final del Tercer Mundial Masculino que Antofagasta, Concepción y Temuco habían visto comenzar en sus tramos clasificatorios así como Valparaíso recibió a quienes cerraron la tabla. Chile entró al podio despidiéndose hasta esta fecha de tan honrosas y trascendentes valoraciones deportivas. Un Mundial con jornadas de más de veinte mil personas en sus tribunas que dejaron utilidades para levantar el gimnasio de calle Nataniel Cox, centro de su quehacer competitivo hasta su desafortunada venta.
Los años más recientes se han establecido en parámetros locales con la esperanza permanente de mejores días. Ojalá este Centenario les impulse a esa aguardada superación.