México 75, una cita para olvidar
Por Tito Norte, Premio Nacional de Periodismo Deportivo.
Las experiencias recogidas en competiciones internacionales son siempre variadas. En nuestra columna anterior, resalté el significado de ser testigo por primera vez de una medalla de oro conquistada por un deportista chileno en unos Juegos Panamericanos. Y volvíamos a aplaudir la emoción que nos brindó el esfuerzo generoso del corredor en patines Francisco Fuentes. Es que habíamos estado ya en dos citas de esta magnitud sin recibir una satisfacción de ese volumen.
Había debutado profesionalmente en ese nivel en los Juegos de Ciudad de México en 1975, una experiencia ingrata desde todo punto de vista. En lo deportivo, porque la capital mexicana había asumido el reemplazo de Santiago de Chile, que había desistido tras el golpe militar. La presidencia de la entonces Odepa estaba en manos de Mario Vásquez Raña, mexicano, empresario de generosos bolsillos, que asumió la responsabilidad para no ensuciar su gestión y continuar sin tropiezos al frente del organismo panamericano. De manera que todo contacto no comenzaba en plano deportivo sino en tratar de definir lo que se estaba viviendo en nuestro país. Aparte de que virtualmente todos los días nos golpeaba el anuncio del supuesto asilo de un miembro de la reducida delegación nacional. Porque los competidores con los colores patrios fueron solo 64, la menor en toda la historia de la participación nacional. Los que a su vez tuvieron que soportar similar asedio, pero en especial por la pérdida de la sede y la expectativa de serlo en años inmediatos.
Con un grupo disminuido era imposible postular a medallas o a retener alguno de los lugares conseguidos en las recolecciones anteriores. Más lo que no se vislumbraba es que se recogieran solo dos preseas y ambas de bronce. Leyla Musalem en el tenis con mucho temple en tan adversas condiciones y Fernando Vera en la persecución individual del ciclismo inscribieron su nombre para evitar que el descalabro nos dejara, incluso, fuera del recuento. Chile terminó 19º, la peor de todos los tiempos. Felizmente, irrepetible.
Junto a Sabino Aguad, ungido como Mejor Dirigente de América en mérito a su brillante y extensa trayectoria, fueron los nombres que evitaron al deporte nacional un papelón aún más severo que el que registran las estadísticas. Y que desde el periodismo deportivo no se pudo soslayar.