Un pionero de lujo

Un pionero de lujo

Por Tito Norte, Premio Nacional de Periodismo Deportivo.

Para muchos, sobre todo para los más jóvenes, es difícil entender que nuestro país –Santiago, en especial-, pudo haber tenido los Juegos Panamericanos casi medio siglo atrás. En 1975 para ser precisos. Sin embargo, así pudo ser.

Porque tras fracasadas postulaciones en los congresos directivos deCiudad de México, Chicago, Sao Paulo y Winnipeg, logró en Cali, Colombia, en 1969, la aprobación para traer a casa en 1975 la anhelada competición. Sabino Aguad, dirigente de excepción en el medio local y con pleno reconocimiento internacional, está identificado con esos afanes en los que no cejó hasta la resolución final. Recordar sus esfuerzos desde el timón del Comité Olímpico nuestro y con apoyo de la entonces Dirección General de Deportes, precursora del actual Ministerio, es parte significativa del recuento de su vida que entregó poco antes de su partida.

Nuestro deporte había recibido en casa citas mundiales de trascendencia como el primero del básquetbol femenino y el tercero de los varones, el de esquí, el Mundial de 1962 con todo el estruendo que conlleva el fútbol, además de torneos subcontinentales en la mayoría de los deportes. Por eso, las postergaciones de la cita de las tres Américas era algo que se aguardaba con verdadera expectación. Y con un trabajo bien definido y organizado con el mismo Sabino a la cabeza que encontró en los sucesivos Gobiernos un pleno respaldo. Con ese propósito se reforzaron los trabajos del gimnasio en el Parque Cousiño que se extenderían por largos años hasta su terminación. Pero, además, hubo programas internacionales para acrecentar una mejor preparación de las figuras deportivas de ese entonces así como de técnicos nacionales y la venida de técnicos extranjeros.

El golpe de Estado de 1973 puso la lápida a lo avanzado, soslayando la importancia de todo lo que ya se exhibía como algo impensado. En vano se pretendió hasta su postergación para 1977, la última carta que jugó Aguad para no perder la sede. Su propuesta complicaba todo el calendario internacional y fue rechazada.

Algo que he querido recordar ahora que los plazos se acortan y la realidad de Santiago 2023 se torna inminente. Sobre todo porque hay voces que plantean un reconocimiento póstumo a Sabino Aguad Kunkar. Sería de justicia porque su porfía fue incansable hasta que debió conformarse “con el desencanto al no ver materializado mi más caro anhelo: los Juegos Panamericanos en Chile” como confiesa en sus memorias. Más, nadie puede soslayar que señaló un camino para que casi cincuenta años después vislumbremos esa grata realidad.